miércoles, mayo 15, 2013

Respuesta (II) a propósito de "la importancia del autor"


Sobre la relevancia a posteriori de los entornos de la creación

Dices que transformé “lo importante en fundamental al momento de considerar la vida como un medio para llegar al sentido”. Lo que creo es que la vida del autor, que nunca es solo la del autor porque siempre está embebida de lo social, es no tanto un medio sino una ayuda que nos permite en la lectura recoger significados ajenos a nuestro entorno y a nuestra época para darle sentido (sentidos, mejor dicho) a la obra literaria.

En mi artículo yo hablé de “acercarse al sentido”, y especifiqué: “el de la obra al ser escrita”. No llamé “sentido” a los sistemas de significados y connotaciones que cada lectura de una misma obra puede generar sino sólo al del acto creador (que tampoco tiene que ser uno solo); pero bien se los puede llamar así. Debí ser más preciso.[1] Sin embargo, en mi texto, la mención a esa suerte de sentido original no se puede metafísicamente asumir como una verdad secreta, como la única plausible; porque hablaba de “acercarse” a él y no de encontrarlo, pues si de encontrarlo se tratara ¿cómo podría la lectura dar un resultado coherente si sólo nos acercamos, sin llegar nunca, a esa supuesta coherencia única? Claro, se puede cuestionar que sea necesario “acercarse al sentido original”; pero también es cuestionable la actitud que invalida esos acercamientos. Mas tengamos en cuenta que el acercamiento es muy lícito, y que incluso en casos de lecturas antagónicas de una misma obra, existe un acercamiento por oposición. El no acercamiento quizás equivaldría a la no lectura.

En tu respuesta, soslayaste una cuestión fundamental de la mía. Y esta consistía en por qué no valdría disponer del conocimiento de ciertas particularidades de los entornos social, geográfico e histórico del origen de la obra, que mucho tienen que ver con los del autor si es que no son los mismos, como competencia cultural legítima para una lectura (competencia importante pero no imprescindible, claro). En el caso de Trilce XXXII, ¿por qué no cabría dentro de la definición de competencia cultural (el “bagaje” del que hablabas en una de tus respuestas) conocer el pregonar del bizcochero en ciertos barrios de la Lima de entonces? ¿No es un objetivo de la crítica resolver el desfase entre el entorno social espaciotemporal de la lectura (el del lector) y aquel en que se forjó la obra y cuyas dinámicas significativas (con respecto a la obra) convergen funcionalmente en el autor, desfase que conlleva un desfase del lenguaje mismo? ¿No abre más ventanas a la lectura plural la mayor competencia para entrever significados en cada porción de lenguaje de una obra, y “jugar” con ellos, combinando y ponderando?... A fin de cuentas, ¿no es posible como fenómeno la literatura misma, justamente porque hay códigos culturales comunes (tomemos el idioma mismo como uno de ellos) entre el autor y el lector?

En síntesis, ¿de la multiplicidad de lecturas posibles, por qué invalidas las que en los significados que recoge se restringen a entornos más reducidos, a los que pertenece el autor o con los que interacciona? ¿No estás de esa manera restando multiplicidad?...

Lo que yo dije es que una lectura de Trilce XXXII no sería la misma para nadie una vez que conozca aquella revelación de Haya y Lévano, algo más restringida en los entornos ya expuestos, porque el lector sería de una nueva forma competente con respecto a esa obra. “Contra facta non argumenta”, dice un viejo adagio romano[2]: mi lectura de ese poema no resulta la misma una vez incluida esa revelación en mi saber, asumo que como una competencia más en mi bagaje cultural. Eso mismo se comprueba en todos a quienes se la pude transmitir… Y justamente de eso se trata, de que cada lectura no sea la misma.

Tal revelación propició, pues, lecturas distintas; y ese es un hecho que no cuadra con la teoría tal como la planteas. Si la explicación que te propongo usando el modelo de competencias o códigos culturales es inadecuada, está bien: me das las razones y las evaluamos; pero ese hecho, esa porción de realidad, de todos modos debería poder explicarse. Para eso es la teoría.


Sobre el arte como liberación, algunas falacias y el campo intelectual

En cuanto al arte como liberación, lo que menos quise era dar la justa definición de arte (no sé por qué asumiste eso). Lo que dije del arte es una visión de uno de sus aspectos. Más bien rescato el juego dialéctico que planteas y diría que el arte a la vez libera y sujeta, permitiendo desarrollo.

Sobre lo del campo intelectual, dices que el sentido de la obra estaría “en el horizonte interpretativo de ideas que componen el campo intelectual”. Entiendo por ello que es el mismo campo intelectual y no tanto el análisis que hagamos de él lo que nos ayudaría en la construcción de uno o de otro sentido para una obra. Y el análisis del campo, para elaborar una sociología de los sentidos construidos o por construirse. Si la cosa va por ahí, concuerdo contigo.

Ahora, todo ese rollo de que ningún salón de grados universitario ni ninguna revista académica aceptarían mis planteamientos, me resulta bastante falaz (encuentro apelación a la autoridad y a la amenaza de fuerza por consecuencias negativas). Las razones han sido —y lo son— suficientes para tratar de entendernos.


La madre del cordero

También estamos de acuerdo, y desde el comienzo, en lo siguiente (te cito): “Si la condición de escritor en la Ciudad Blanca se define más por la impostación, exabruptos, desmanes, atuendos y demás se confirmaría en una instancia local aquello que viene sucediendo globalmente: que el ser-escritor es una condición establecida al margen del fuero literario, que el estudio de los textos no resulta relevante para un amplio sector de la comunidad literaria y que es más sencillo posicionarse mediante una publicación (la urgencia por publicar a una edad precoz es bastante sintomática) aderezada por la performance individual. La respuesta a tal diagnóstico debe ir en dirección contraria al malestar: devolverle el lugar que les corresponde a los textos y a los lectores.”

Digo que estamos de acuerdo desde el comienzo porque en la crítica que hice de un festival de poesía, por lo que entré a tallar en esa polémica, partí de la falta de poesía para advertir que la pose no podría rellenar esa ausencia. Dije, pues: Fui a un festival de poesía y me encontré con un desfile de modas... como si los atuendos que hacen más alarde de intelecto correspondieran a los mejores versos. (Lo menciono porque muchos creen que partí de la pose para juzgar la poesía.)


Saludos cordiales.



[1] Para absolver la imprecisión, reformulo mis palabras. En lugar de decir que la biografía del autor o su conducta, paralelos a la producción de su obra [son]  importantes para llegar a esta última en el sentido de acercarse al sentido: el de la obra al ser creada, sería mejor decir que conocimientos particulares del entorno de la obra, la cual se corresponde con el entorno del autor, son importantes —o sea útiles— para enriquecer esa polisemia que permite el juego de significados y sentidos parciales y, como consecuencia, la construcción de sentidos coherentes.
[2] El adagio romano significa: "Contra los hechos no valen argumentos."

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